XXI Edición
Curso 2024 - 2025
Y fueron felices y
comieron perdices
Pedro Hernán, 14 años
Colegio El Prado (Madrid)
“Y fueron felices y comieron perdices”. Con este final terminan la mayoría de los cuentos infantiles, indicándonos que en el futuro todo será felicidad y deleite, cuando esto contadas veces sucede en la realidad. También muestran una clara inclinación por parte de los autores de esos relatos fantásticos hacia los mágicos sucesos que ayudan al héroe en la realización de su gesta, sin tener en cuenta lo que señala el refrán: “Lo que mucho vale, mucho cuesta”. Por ejemplo, un caballero que vence sus problemas gracias a un objeto mágico, o una princesa que consigue sus propósitos mediante la intervención de un hada madrina.
Esta ilusión acompaña a la humanidad desde siempre, pero hoy está en auge. Por esa razón, muchos niños que viven cómodamente, lejos de cualquier esfuerzo, cuándo llegan a la adolescencia se ven sobrepasados por las responsabilidades, aunque posteriormente logren recuperar el rumbo.
Sucede también en el amor, tan bello y hermoso que, por mucho que lo estudiemos, nunca lograremos comprenderlo. Algo tan preciado debe de ser tratado con respeto y admiración. Sin embargo, hoy en día el amor se malinterpreta fácilmente.
A todos nos gustaría poder contar a nuestros nietos maravillosas historias de amor, al igual que nuestros abuelos han hecho con nosotros, pero las nuevas tecnologías no nos ayudan. Antes, para hacer llegar un mensaje de amor había que escribir una carta que exigía tiempo y esfuerzo. Hoy basta pulsar cuatro teclas, lo que nos impide percatarnos de la belleza que podríamos crear con un mensaje más elaborado. Por otro lado, el amor no es un producto instantáneo. Necesita tiempo, incompatible con estas tecnologías de la inmediatez. El amor es como un bizcocho en un horno: si por impaciencia lo sacamos antes de tiempo, se viene abajo; si, por el contrario, lo dejamos demasiado tiempo por pereza de atenderlo, se endurece y termina chamuscado.
Aunque los cuentos nos oculten el esfuerzo necesario para obtener grandes metas, olvidemos la desidia y tomemos aire para luchar por aquello que merece la pena.