XXI Edición
Curso 2024 - 2025
Pasodobles
Samuel Espinosa, 16 años
Colegio Altair (Sevilla)
Al oír una vieja canción que conocemos, incluso una serie de melodías, ¿acaso no nos asaltan recuerdos entrañables? En mi caso sucede con frecuencia, porque de manera habitual suelo escuchar música. Y como soy una persona ordenada, tengo una lista de piezas divididas en tres categorías: canciones, pasodobles y marchas militares y de hermandades.
En el apartado de las canciones, tengo una selección cuanto menos variopinta. Sin embargo, en este artículo quiero referirme a los pasodobles, esas piezas musicales de origen castrense que, unidas a la tauromaquia, conforman un binomio perfecto. No hace falta ser un conocedor de la música sinfónica para embriagarse de la emoción que transmiten, ni siquiera ser aficionado a los toros, aunque aquellos que nos sabemos taurinos experimentamos con mayor sensibilidad esta relación que liga arte y tradición.
Los pasodobles, aparte de acompañar la corrida (durante el paseíllo, entre toro y toro, en las buenas faenas de muleta…) actúan como medios de inspiración para los toreros. De hecho, la banda de música arranca con la interpretación de un pasodobles cuando el diestro transmite la belleza de sus pases a los tendidos. Es en momento cuando se produce una sinergia entre tauromaquia y música. Aunque esto no suceda, por la idiosincrasia del coso y su afición, en la plaza más importante del mundo: Las Ventas, en Madrid.
Algunos pasodobles emocionan al espectador cuando el torero, además, pone de su parte. Es el caso de piezas como “La concha flamenca”, “Amparito Roca”, “Tercio de quites”, “Puerta Grande” y mi favorito, “Nerva”, aunque la pieza cumbre es “Suspiros de España”, que en cada acorde parece dar color a nuestra patria. Curiosamente, al escucharlo me viene a la mente la advocación de la Virgen a la que Joselito El Gallo tuvo tanta devoción: Nuestra Señora de la Esperanza Macarena, a la que mi imaginación la contempla en andas mientras atraviesa la Plaza de España, en Sevilla, meciéndose al compás de esta composición, lo que es una prueba de que los pasodobles no solo existen para ser interpretados en ambientes taurinos o en las fiestas populares, sino para disfrutarlos con los ojos cerrados en cualquier auditorio.
“Caridad del Guadalquivir”, pese a no ser un pasodoble (es una marcha procesional de la Semana Santa sevillana) cuenta con una carga de solemnidad y emotividad qu sobrecoge cuando se interpreta en la Maestranza, debido a la estrecha relación que mantiene la Hermandad del Baratillo (a la que está dedicada) con esa plaza. A los sones de esta marcha, Juan Ortega cortó un rabo el pasado 1 de junio en el coso de Aranjuez. Hay vídeos en los que no cabe duda de que el temple y la torería de Ortega se fundieron con los acordes de “Caridad del Guadalquivir”, elevando un monumento de perfección.