XXI Edición

Curso 2024 - 2025

Alejandro Quintana

Empatía en las aulas 

Máximo Montero, 15 años

Colegio Santa Margarita (Lima, Perú)

Como en el resto de la sociedad, en el colegio conviven alumnos, profesores, directivos y trabajadores con distintas formas de pensar, manifestarse, vivir y actuar. Desde muy pequeños, a los chicos nos enseñan materias y valores humanos, además de brindarnos la participación en numerosas actividades. Sin embargo, me pregunto qué sucede con el aprendizaje de la empatía.

Pensemos en algunos casos que ocurren a diario en los centros escolares. Por ejemplo, en esa niña con sobrepeso, a la que sus compañeras excluyen y ridiculizan, y no es aceptada en la clase. ¿Cómo se sentirá cada vez que llega al colegio? Sabe que la esperan miradas burlonas y comentarios hirientes. También deberíamos pensar en ese compañero que fue expulsado por su mal comportamiento o que repitió curso, que puede sentir que vale menos que los demás. O en esas alumnas estudiosas, a las que nadie invita a una fiesta porque no tienen, quizás, las habilidades sociales de las que disfrutan los demás. ¿Acaso deberíamos valorarlas por su capacidad de comunicación o de socialización?. Algo parecido le ocurre al que no aprobó el curso y se encuentra a los demás celebrando sus buenas notas. A él solo le cabe pensar en qué ha fallado. O al niño cuya familia atraviesa una situación económica complicada que le impide asistir a los viajes escolares. ¿Quién se pregunta cómo se siente al quedarse en casa por consecuencia de algo que no está en sus manos?.

La falta de empatía escolar se refleja también llegada la hora del deporte. Me refiero a aquellos que no son elegidos cuando en educación física los capitanes forman sus equipos. Unas veces se debe a su torpeza, otras a su falta de velocidad. Me pregunto cómo se sentirán al comprobar que nadie los escoge. Incluso, cuando nuestro equipo de fútbol gana contra el de otro curso, ¿menospreciamos los sentimientos de derrota de sus jugadores? Y no nos olvidemos de aquellos estudiantes que acarrean alguna discapacidad física, mental o que tienen habilidades especiales. ¿Hacemos lo necesario para integrarlos como a uno más o los minusvaloramos?

¿Quién debería encargarse de todas estas situaciones? ¿Los padres? ¿Los compañeros? ¿El psicólogo del colegio? ¿Los profesores?... A propósito de los docentes, estos también se ven afectados por la falta de empatía. Los alumnos llegamos al aula dispuestos a que todo marche con normalidad, sin considerar que ellos también padecen dificultades, aunque estén cumpliendo su labor. Si fuéramos conscientes, cambiaría nuestra manera de verlos y tratarlos.

La única forma de resolver todos estos problemas es mediante la empatía, que no solo consiste en sentir compasión, sino en ponerse en los zapatos del otro, comprender sus problemas y sus sentimientos ante las actitudes crueles que padecen, disfrazadas de bromas que aceptamos con normalidad.

Todos estamos obligados a mostrar empatía: la familia, los profesores, los amigos… Todas las personas que forman parte del colegio tienen un papel fundamental en este proceso. Sólo así podremos generar un entorno en el que todos nos sintamos aceptados y valorados, en el que brille la solidaridad y apoyo de unos a otros.