XXI Edición
Curso 2024 - 2025
Eléctrico o combustión
Lorenzo José Varela, 15 años
Colegio El Prado (Madrid)
«Donald Trump quiere prohibir la venta de los coches eléctricos», me dijo un compañero de colegio. Me pareció raro, puesto que Elon Musk fue nombrado por el mismo Trump ministro de Eficiencia, pero también porque en las últimas décadas el mundo quiere expandir un transporte que consuma energías renovables: pasar de los derivados del petróleo a la electricidad, lo que figura en un plan que firmaron casi doscientos países en 2015.
Hay personas contrarias al uso de los coches eléctricos, no sólo por una razón estética sino económica. Si el automóvil de combustión más barato ronda los doce mil euros (Dacia Sandero), su homólogo eléctrico cuesta cerca de diecisiete mil euros (Dacia Spring). Por otro lado está la autonomía de los motores, ya que el rendimiento de su carga oscila de los doscientos a los quinientos kilómetros. En todo caso, en algunos países desarrollados, los usuarios que desean adquirir un coche de este tipo disponen de ayudas publicas que abaratan el precio.
España tiene una superficie de 505.990 km², y dispone de 55.000 estaciones de carga, lo que significa que hay, aproximadamente, una estación por cada 9,2 km², lo que rebaja el problema del suministro. Por otro lado, los supercargadores (véanse los de Tesla) pueden llenar la batería por unos 30 euros frente a los 90 euros de media del depósito en sus homólogos de combustible. Es decir, el conductor se ahorra casi un 70% del coste, aunque para cargarlo precise de treinta minutos (en un supercargador) a ocho horas. Estos tiempos irán bajando gracias a los avances técnicos. Aún así, el motor eléctrico es más eficiente para trayectos cortos. Y su motor no genera ruidos, aunque los reglamentos de casi todos los países obliguen a que produzcan algún sonido para que los peatones puedan identificarlos.
Pero no es oro todo lo que reluce. Estos motores requiere una mayor utilización de minerales para la fabricación de su batería, lo que es un serio problema. Su construcción contamina con tres toneladas de dióxido de carbono más que la de un coche de combustible, pero dicha cantidad equivale en un motor de combustible a doce mil kilómetros de circulación. En resumen, como la vida de un coche eléctrico ronda los ciento setenta y cinco mil kilómetros, este acaba siendo rentable también para el medioambiente.
Los coches eléctricos presentan ligeras ventajas frente a los de combustión, pero conseguir mil quinientos millones de automóviles eléctricos es una empresa inviable. Por suerte, no todo es blanco o negro, hay una escala de grises: el coche híbrido, que alberga las ventajas de ambos tipos de automóviles, convirtiéndose en la mejor opción disponible a día de hoy.