XX Edición
Curso 2023 - 2024
El semáforo
Patricia Olábarri, 16 años
Colegio Ayalde (Vizcaya)
Mariana quería dejar de fumar, pero por más que lo intentaba, no lo conseguía. El día anterior, su jefe le había llamado la atención sobre la cantidad de gestiones pendientes que tenía que resolver antes de que llegara la Semana Santa. Ella, en vez de gritarle que estaba cansada de trabajar día y noche, y de cobrar menos que una cajera de supermercado, y de soportar sus críticas… salió al balcón para encenderse uno de los cigarros que llevaba escondidos en el bolso. Y se arrepentía de ello.
Pero eso nadie lo sabía.
Lucas sujetaba con fuerza la mano de Paulina. Llevaban cuatro años saliendo juntos, en los que no habían faltado las peleas y los desacuerdos. Sobre todo, habían sido cuatro años repletos de profundo amor mutuo que inundaba sus corazones. Él estaba preparado para entregar su vida a la mujer que había conocido en un bar de Sevilla. Nervioso, palpó una cajita de terciopelo rojo en el interior de su bolsillo, y se imaginó el dedo anular de Paulina envuelto en la sortija de oro. Si todo sucedía como lo había planeado, volverían prometidos cada cual a su casa.
Pero eso nadie lo sabía.
Estrella acababa de recibir el alta de su psiquiatra. Su madre, Luisa, llevaba una bolsa con la ropa que había utilizado durante su estancia en el hospital. La adolescente podía sentir la alegría de quien la acompañaba. Sin embargo, el vacío en su pecho que la había llevado a tomarse un puñado de pastillas, seguía sin abandonarla. Soltó un pequeño suspiro que nadie a su alrededor pudo percibir. Estrella tenía que seguir esforzándose para sacar adelante 4º de ESO. No obstante, estaba psicológicamente agotada.
Pero eso nadie lo sabía.
Gonzalo comenzaba a sentir el peso de los años sobre sus hombros. No recordaba el rostro de su hija, que se había marchado a Inglaterra hacía demasiado tiempo. También había olvidado los rasgos de Lidia, su mujer, que falleció el verano anterior. Sentía que su vida iba a la deriva en un mar de recuerdos e imágenes borrosas. Ni siquiera se acordaba de la razón por la que había salido a la calle.
Pero eso nadie lo sabía.
La pequeña Carla había salido de casa hacia el supermercado, para comprar los tomates que su padre le había pedido. Quería hacerle ver que ya era mayor y que podía hacer recados ella sola. Sin embargo, al encaminarse hacia su destino había tropezado con un escalón y se había caído. Por suerte llegó al supermercado y pudo comprar los tomates, pero a la vuelta el tobillo izquierdo le había empezado a molestar.
Pero eso nadie lo sabía.
De pronto, la luz del semáforo que se hallaba al otro lado de la acera cambió de rojo a verde. Las siete personas que habían estado esperando pacientemente en la acera comenzaron a caminar al unísono, algunas más despacio que otras. Al llegar al final del paso de cebra, cada cual se fue por el camino que le tocaba. Sus vidas se habían entrelazado fugazmente, y ni siquiera se habían percatado de que a su lado había personas que sufrían y que sonreían de igual forma.