XXI Edición
Curso 2024 - 2025
El experimento
del silencio
Ángel Serrano, 17 años
Colegio Mulhacén (Granada)
Durante la primavera de 1983, un pequeño instituto de acústica experimental, en el norte de Noruega, emprendió una investigación inusual: conocer cuánto silencio puede soportar una persona antes de comenzar a escucharse a sí misma.
Aquella prueba era sencilla, al menos en apariencia. Un voluntario —siempre uno por semana— debía permanecer en el interior de una cámara anecoica durante cuarenta y cinco minutos. La sala, diseñada para absorber el 99,9 % del sonido, estaba perfectamente aislada del exterior. No había zumbidos de fluorescentes, ni ecos ni el mínimo rastro de interferencia. Solo el cuerpo humano con su propio ruido interno: la sangre fluyendo, el corazón al latir, el crujido de las articulaciones en cada movimiento.
Los primeros cinco voluntarios pidieron abandonar antes de que se cumpliera el tiempo. Uno vomitó. Otro rompió a llorar. El tercero negó con la cabeza: no quiso hablar. A aquellas consecuencias las llamaron “Efecto cavidad”. El nombre parece técnico, pero viene de una broma entre los investigadores, que decían que lo que más resonaba en esa sala eran las cavidades mentales.
El sexto voluntario fue una mujer de sesenta y dos años, llamada María. Logró permanecer el tiempo estipulado al completo y sin moverse. Al salir, no pidió agua, ni aire, ni consuelo. Solo dijo:
—He oído cómo pensaba mi madre cuando yo tenía cinco años.
Nadie le entendió. Tampoco se atrevieron a pedirle que se explicara.
El proyecto fue cancelado dos semanas después de su puesta en marcha, sin ninguna explicación a la ciudadanía. Los informes oficiales solo dijeron que los “Resultados son inconcluyentes, sin valor replicable”. Pero hay una copia del audio grabado en la sala —sí, los científicos grabaron el silencio— que todavía circula por ciertos foros. Quienes lo conocen, dicen que si se presta atención, en el minuto treinta y tres se percibe una voz que no pertenece a nadie en particular y que dice algo imposible de traducir.
Los investigadores nunca se tomaron la molestia de explicarla. E hicieron bien.