XXI Edición

Curso 2024 - 2025

Alejandro Quintana

El cristal 

María López Martínez, 16 años

Colegio Iale (Valencia)

Se nos conoce como la Generación Z o De Cristal, pero después de los devastadores acontecimientos sucedidos en Valencia, pasaremos a ser conocidos como la que lo dio todo por y para ayudar al prójimo que sufrió la riada.

No todos los días sucede una DANA, ni en Valencia ni en cualquier otro lugar. No puedo olvidar aquellas lluvias torrenciales ni los vientos huracanados. Se desbordaron los ríos mientras una mezcla de barro y agua caía por los barrancos. Cientos de coches fueron arrastrados por la enloquecida corriente, que se iban amontonando al final de las calles, al tiempo que los garajes y las primeras plantas de las casas se iban inundando. Es cierto que no todos perdimos nuestro hogar, los automóviles, muebles y electrodomésticos, pero la corriente acabó con la vida de algunos de nuestros familiares y de nuestros amigos: aquellos que se quedaron atrapados en sus viviendas y aparcamientos, aquellos a los que el desbordamiento empujó hasta hacerlos desaparecer.

El martes 29 de octubre de 2024 ha marcado un antes y un después en todo el pueblo valenciano, pero no solo por el dolor sin consuelo. Como consecuencia de la riada, entre los jóvenes nació un espíritu de unión para socorrer a las víctimas. 

Desde el día siguiente nos metimos en la boca del lobo. Todos a una, llevamos alimentos, ropa, mantas… limpiamos las calles, sacamos lodo del interior de los hogares y de los comercios y, lo más importante, brindamos nuestra compañía a quienes tenían que vivir en aquel escenario de desolación.

Las imágenes que había visto por televisión no reflejaban la dimensión de lo ocurrido. Montañas de enseres se habían quedado tirados por las calles, inservibles, cubiertos de lodo, a la espera de que alguien los llevara a un basurero o a un desguace. Era un revoltijo de camas, lavadoras, mesas, ropa, libros, sillas... Mientras tanto, las bombas de achique trabajaban a su máxima potencia para vaciar los garajes de agua, que nosotros conducíamos con cepillos y escobas hacia las alcantarillas. Cuando estas quedaban anegadas, pasábamos a las siguientes. 

Llegué exhausta a mi casa, con escenas que se me han quedado grabadas en la mente. Pensé en todo el trabajo que quedaba por hacer antes de que se pueda volver a la normalidad. 

Espero que la sociedad se haya dado cuenta de que, aunque a veces nos mostremos egocéntricos, la empatía nos empujó a sacar lo mejor de nosotros. Quizás hayamos roto el cristal de nuestra generación para siempre.