XXI Edición

Curso 2024 - 2025

Alejandro Quintana

El arte del vandalismo 

Santiago Montero, 14 años

Colegio El Prado (Madrid)

Entiendo el debate social que despierta el graffiti: unos consideran que se trata de un modo de vandalismo, mientras otros lo alaban como merece cualquier otra expresión artística. 

Al pasear por la ciudad, todos nos topamos con innumerables muestras de esta actividad pictórica. Algunas son vulgares, otras nos dejan indiferentes (a muchos graffiteros les gusta dejar su firma sobre las paredes, los vagones del tren, los carteles de publicidad, etc.) y algunas maravillosas. Estas últimas, más que graffitis pertenecen al género del muralismo, y llevan el trazo de auténticos artistas capaces de presentar obras monumentales ante las que merece la pena detenerse a admirarlas.

Visité Málaga junto a mi familia. Allí, en el barrio del Soho, hay una ruta para conocer las pintadas sobre los edificios. Me quedé asombrado de su calidad y de lo bien que se han adaptado a esa ciudad, que se ha convertido en la capital andaluza de las Bellas Artes. Recuerdo un enorme camaleón, un mendigo tumbado en un banco y algunas escenas propias de la Costa del Sol.

El graffiti es una técnica compleja de entender y de ejecutar. Se precisa de altos conocimientos de dibujo, de saber planificarlo en unas superficies (si hablamos de fachadas) muy grandes y repletas de entrantes y salientes, y de aprovechar el volumen que pueden ofrecer para ejecutar toda suerte de trucos visuales. A partir de ahí, caben todos los estilos y todos los motivos. Bien lo saben los seguidores de Banksy, el anónimo pintor británico que sorprende, de cuando en cuando, con sus personalísimas obras, repletas de contenido e interpretaciones acerca de la vida.

Mucha gente afirma que pintar en las paredes no está bien visto. A mí me ocurre lo contrario: agradezco que cuando deambulo por la acera, al girar en un cruce y levantar la vista, me encuentre murales repletos de vida y color. Este es uno de los motivos por los que aprecio tanto a estos artistas cuya identidad desconozco, que practican esta manera de darle armonía a los rincones urbanos.

Por si fuera poco, sé que los graffiteros profesionales no se dedican a esta actividad creativa por dinero, fama u otro tipo de ambición, sino por exponer ante el mundo la belleza de sus obras, a las que tanto esfuerzo diario dedican. Ojalá algún día yo también logre promover el arte callejero a mi manera.