XXI Edición

Curso 2024 - 2025

Alejandro Quintana

Cristal 

Diego Pérez Casillas, 15 años

Liceo del Valle (Guadalajara, México)

Antes de que los primeros españoles descubrieran las tierras de América, más de cien mexicas se rebelaron contra de los tlatoanis (gobernadores) de su pueblo. Cansados de la opresión y la falta de libertad, anhelaban un lugar en el que pudieran decidir su destino por sí mismos. Ahuatzi, un joven carismático, tuvo el valor de alzar la voz. Había sufrido en carne propia las injusticias de los tlatoanis y conocía el descontento de su gente. Con un firme deseo de libertad y de una vida mejor para todos, propuso un arriesgado plan: huir al sur, a las tierras cercanas al imperio azteca.

Bajo su liderazgo, una noche sin luna el grupo emprendió el largo y peligroso camino, dejando atrás su hogar y enfrentándose a un futuro incierto. Caminaron durante días sin descanso, hasta que llegaron a un valle escondido entre las montañas que parecía sacado de un sueño. Al atardecer, el valle adquiría un tono morado que lo cubría todo, y sus piedras brillaban con un resplandor único. Maravillados, decidieron llamar a aquella región Cristal, por su aire mágico. Aquel circo de montañas parecía haber sido reservado para ellos; allí podrían empezar su vida de nuevo.

El valle de Cristal estaba cubierto de hierbas altas en las que se escondían animales exóticos que nunca antes habían visto. El suelo era rico en obsidiana y madera. La obsidiana, con su intenso brillo oscuro y su afilada textura, les proporcionó armas para la caza y para la guerra. Gracias a su maleabilidad impulsaron la construcción de edificios y monumentos con los que fueron embelleciendo el valle. Cristal se fue transformando en un hogar sin espacio para las injusticias del pasado.

Aquella comunidad crecía y prosperaba. Los mineros, cuya labor era esencial para la prosperidad del pueblo a pesar del peligro que corrían en las galerías que horadaban bajo las rocas, comenzaron a recibir un pago adicional y ventajas para su día a día, lo que les mantenía motivados. Con el paso de los años, aquellos mexicas también construyeron sólidos muros para proteger su nueva ciudad de animales salvajes y del ataque de las tribus vecinas. 

Surgió la necesidad de organizar mejor el intercambio de bienes entre los miembros de aquella comunidad. Al principio emplearon el trueque, pero este generaba conflictos, pues no pocas veces se organizaban pleitos a causa de la desigualdad en el intercambio de productos. Ahuatzi propuso acuñar una moneda, algo revolucionario para la economía de aquella sociedad. Nacieron los cristales, que facilitaron el comercio y eliminaron aquel tipo de disputas. Se trataba de pequeñas piedras brillantes que encontraban en el valle y después tallaban. Pronto se convirtieron en el valor de aquella nueva economía.

La defensa de la ciudad se volvió una prioridad. Ahuatzi organizó un ejército de varias divisiones especializadas. La infantería se batía con el enemigo cuerpo a cuerpo, mientras la división de camuflaje se infiltraba entre la multitud para eliminar a los enemigos. El conocido como rango –formado por arqueros y lanceadores– atacaba desde la distancia, para proteger a la infantería. El rango de élite hacía uso de un arma innovadora: una ballesta de madera, que utilizaba una liga de cuero para disparar sus venablos con puntas de obsidiana. Ese armamento, que era tan preciso como letal, dio a las fuerzas militares de Cristal una ventaja sobre sus adversarios. 

Ahuatzi consolidó el valle como un imperio próspero. Conquistó territorios vecinos donde promovió la libertad y utilizó su experiencia para fortalecer a su pueblo, que se fue expandiendo poco a poco. Tras su muerte, Teuctli asumió un liderazgo más agresivo, con el que buscó alejar las fronteras de aquel nuevo imperio sin considerar la necesidad de mantener unas buenas relaciones diplomáticas con los imperios vecinos, lo que provocó que los mexicas, temerosos del poder de Cristal, envenenaran las aguas que circulaban por el valle, lo que mermó la población de la ciudad.

Los intentos de Teuctli por contener el desastre fueron inútiles. Cristal, antes vibrante y poderoso, quedó aletargado en un triste silencio. Los ancianos se marcharon de la ciudad para vagar por aquella zona de México mientras, a la entrada de las aldeas, hablaban sobre los recuerdos de un tiempo mejor bajo el mando de Ahuatzi, responsable de la construcción de un imperio justo y próspero. 

Aunque Cristal desapareció, el legado de Ahuatzi perduró de generación en generación gracias a la transmisión oral de su breve historia, convirtiéndose en un símbolo de grandeza sobre el exceso de poder y ambición.