XXI Edición

Curso 2024 - 2025

Alejandro Quintana

Adolescencia 

Yasmina Domínguez, 16 años

Colegio Altozano (Alicante)

Vivir una buena adolescencia no es fácil, aunque los adultos se empeñen en negarlo. Analicémoslo: no eres lo suficientemente mayor para tomar decisiones maduras, pero tampoco lo suficientemente pequeño para seguir siendo ingenuo, desordenado o despreocupado. En resumen, durante la adolescencia nunca eres suficiente en nada: ni lo bastante guapo ni lo bastante feo; ni lo bastante divertido ni lo bastante aburrido; ni lo bastante inteligente ni lo bastante tonto… entre otras muchas cosas más.  

La gente mayor nos advierte constantemente de que la adolescencia es la mejor etapa de la vida. Me pregunto cómo puede ser posible, si se trata de unos años tan complicados. Cada día debemos luchar contra los prejuicios de los demás y con aquellos que creamos nosotros mismos, contra las amistades falsas y la presión de los estudios, así como contra la ansiedad. Los adolescentes de mi generación nos obsesionamos con parecer perfectos, sin darnos cuenta de que la perfección es inalcanzable. 

En medio de toda esta presión, recuerdo que de pequeña quería crecer tan rápido que no aproveché del todo mi infancia. ¡Ojalá fuera como Peter Pan! Ojalá no me hiciera mayor. Ojalá pudiera ser niña un poco más de tiempo. También recuerdo que antes de empezar Bachillerato estaba segura de que soy una chica bastante lista. Sin embargo, desde el día que empezaron las clases empecé a sentirme poco inteligente, pues cuando saco una mala nota o cometo un error, siento que todo lo que he hecho en el colegio hasta ahora no ha valido para nada. Sé que es un perfeccionismo negativo, así que me empeño en recordar esa típica frase: «una nota no te define». Sin embargo, creo que ahora mismo sí me condiciona, porque puede dificultarme el acceso a la carrera universitaria que quiero estudiar. 

Da la sensación de que a los dieciséis años una tiene que tener todo su futuro perfectamente planeado. Sin embargo, a mi edad solo soy una adolescente que aspira a ser feliz y libre, que no tiene idea de casi nada y que la mayoría de veces está perdida.  

Sabemos que el cuidado de la salud mental deber ser el pilar fundamental en estos años. Por eso, los adultos deberían ser más considerados con nuestros pensamientos y sentimientos, en lugar de minimizarlos. Queremos formar parte del mundo, pero no como niños ni como adultos, sino como los adolescentes que somos: personas en proceso, con voz propia y con derecho a un espacio donde podamos equivocarnos, aprender, expresarnos, ser escuchados y, sobre todo, ser comprendidos.