VI Edición
Curso 2009 - 2010
¿Qué somos?
Miguel Saceda, 15 años
Colegio Jesús María CEU (Alicante)
El centelleo de los relámpagos, acompañado del trepidar de los truenos, se mezclaba con el inconfundible sonido de un video juego. En la casa se encontraban Pedro y Carlos, que debido a la lluvia habían tenido que cancelar la pachanga con sus amigos. Como no podían permitirse una entrada de cine, ya que la paga había volado tras las pésimas notas, habían decidido pasar la tarde frente al televisor.
Pedro tenía quince años desde hacía dos meses, aunque, debido a su estatura, podía fardar de aparentar dieciséis. Carlos, por el contrario, era de mediana estatura y no se avergonzaba de tener aún quince. A pesar de la amistad que les unía, no coincidían prácticamente en nada. Mientras Pedro alardeaba de su supuesta madurez e intentaba demostrar lo preparado que estaba para el mundo de los adultos, Carlos disfrutaba saboreando cada segundo de su adolescencia, aceptando el cambio lento de la visión del mundo, incluso llegando a pecar de ser un poco infantil.
Mientras Pedro buscaba siempre adaptarse a los problemas que surgían, Carlos era un amasijo de preguntas que buscaba resolver, aunque este inconformismo en ocasiones le había provocado situaciones complicadas.
Cuestionarse tanto las cosas fue lo que llevó a Carlos, una vez finalizada la partida, a comenzar el siguiente debate:
-Oye Pedro, ¿qué crees que somos?
-No te entiendo.
-Sí; qué somos tú, yo y los demás.
-Esta claro que seres humanos... -contestó Pedro.
Tras un aspaviento, Carlos especificó:
-Me refiero a los adolescentes. ¿Nunca te lo has preguntado? Algunos profesores nos consideran adultos. Otros nos tratan como a niños. Mi abuela afirma que somos ``hombrecitos´´ y mi padre que parecemos un saco de hormonas.
-Supongo que todos tienen razón, aunque creo que los padres tienen miedo de tratarnos como adultos y prefieren controlarnos aún más que cuando éramos unos niños.
-Pero, Pedro... Yo no me considero un adulto. ¿ Acaso no nos gusta gastar bromas? Por mucho que lo ocultes, seguro que eres incapaz de tomarte la vida tan en serio como los mayores. Me niego a aceptar que nadie de nuestra edad disfrute de la monotonía.
Pedro soltó una carcajada y, convencido de poseer la razón, buscó derrumbar la tesis de su amigo.
-También tú te levantas todos los días, vas al colegio, recibes las mismas clases, acudes al entrenamiento, terminas los deberes y te acuestas,¿Acaso eso no es monótono?
-Cada día nos suceden nuevas experiencias, sobretodo en nuestra edad. Además, en el colegio no aprendo lo mismo a diario. Aunque supongo que tienes razón y nuestras vidas son rutinarias. Tal vez la sociedad quiera programarnos desde niños para convertirnos directamente en adultos. Siento decirlo, pero tú eres un claro ejemplo. No te imaginas la cantidad de sensaciones, de experiencias que te has perdido por querer crecer demasiado rápido. Yo seguí el consejo de mi abuelo: intento vivir con la idea de que cada segundo es único.
Pedro esbozó una sonrisa pensando en el parecido de Carlos con el psicólogo del colegio. Aburrido de la conversación, tomó uno de los mandos.
-¿Una última partida?
-Claro -aceptó su amigo.
Mientras jugaban, a Carlos le seguían asaltándole todas esas dudas. Pero, al fin y al cabo eran adolescentes. Haciendo honor a sus palabras, apartó de su mente todas esas reflexiones y se concentró en ganar.