XXII Edición

Curso 2025 - 2026

Alejandro Quintana

La verdad tras el cristal
de unas gafas 

Juan Pablo Espada, 14 años

Colegio El Prado (Madrid)

En su habitación se encontraba apartado de sus compañeros, a los que solo veía durante las horas de patio: una por la mañana y otra por la tarde. Ninguno de ellos estaba mal de la cabeza, a pesar de que aquel lugar decía ser un sanatorio público para enfermos mentales. Muy al contrario, su capacidad intelectual les había hecho descubrir la razón por la que la sociedad veía las cosas distintas de como realmente sucedían. 

Juan les hacía hablar de las gafas, de las malditas gafas que estaban obligados a llevar desde el mismo momento en que nacían. Eran unas gafas gratuitas distribuidas por el Estado sin coste alguno para los padres de la criatura. El Ministerio de Sanidad se encargaba de sustituirlas por modelos más grandes a la par que el niño o la niña iban creciendo, hasta que a los dieciocho años recibían, junto con el derecho a votar, un par de anteojos definitivos.

Había ocurrido hacía unos meses: Juan se encontraba en su casa con unas gafas distintas a las que le había suministrado el Estado. Aquellas gafas se las regaló su abuelo cuando Juan tenía tan solo ocho años. La única vez que se las puso vio todo completamente distinto: la gente se peleaba, la ciudad estaba descuidada y abundaba la criminalidad, cuando todos estaban acostumbrados a un mundo feliz donde abundaba el buen trato en un ambiente acogedor.

Juan se puso los lentes de su abuelo y salió a la calle, para ver todo diferente. Al sentarse en un banco y reflexionar acerca de esas gafas, descubrió la realidad: el Estado manipulaba a la población, para que vieran la realidad de una manera que siempre favorecía al poder. 

A partir de entonces, Juan comenzó a difundir su descubrimiento por todos los rincones de la ciudad. Nadie le creyó, le llamaron loco... Terminó detenido por las fuerzas policiales, que le trasladaron a aquel sanatorio, arguyendo que su mente estaba trastocada. 

En uno de sus recreos, Juan observó a los demás pacientes y se preguntó si la verdad debe ser propagada o guardada en silencio. La sociedad seguía viviendo bajo el engaño, pero qué podía hacer él con la verdad cuando nadie quería quitarse aquellas gafas oficiales.