IV Edición

Curso 2007 - 2008

Alejandro Quintana

Imaginación

Alba Pérez, 17 años

                  Colegio Sierra Blanca (Málaga)  

A través de las lentes del catalejo apenas si podía adivinar qué aparecía ante sus ojos. Se lo retiró de la cara y contempló con nerviosismo su alrededor. La densa bruma dibujaba extraños espectros. Sentía que el navío estaba rodeado. Las velas, antes hinchadas por el viento, hacía un rato que habían caído inmóviles. El silencio sólo lo rompía su acompasada respiración y el crujir de la madera. La tripulación también estaba tensa; todos sabían que se encontraban en los mares de las Islas del Sur, zona de piratas y contrabandistas.

De repente, un grito le hizo volver a la realidad. Garfios y cabos comenzaron a caer sobre la cubierta. Entonces llegaron, harapientos y hediondos, los piratas. Ascendían lentamente con malévolas sonrisas en el rostro, blandiendo sus cuchillos sedientos de sangre. Y así la valentía sustituyó al asombro: lo que antes era un acobardado grupo de marinos se transformó en los más valientes soldados dispuestos a defender el pabellón del Rey. Después de todo, ellos tenían la misión de mantener la seguridad de las colonias. Por eso tripulaban el más imponente de los navíos de la armada real. Por eso peleaban, espada contra espada, con aquella jauría, la cabeza alta, dispuestos a mantener hasta el final el honor de representar a la corona.

Entre aullidos y gritos, todos a una, se defendían de sucios ataques por la espalda. Los piratas les aventajaban en número, pero ellos eran mas rápidos, más fuertes, más ágiles, más...

Entonces escuchó una voz distinta, familiar... Miró a sus compañeros con desconcierto y, de repente, entre sonrisas, los siete valerosos marinos atracaron el navío y cruzaron descalzos el mar de tiburones hacia la casa.

La comida estaba lista. De postre había helado.