IV Edición

Curso 2007 - 2008

Alejandro Quintana

Gracias

Ana López-Rúa, 15 años

                 Colegio Montespiño (La Coruña)  

Mi querida compañera:

Te escribo el día de tu septuagésimo cumpleaños. Aquí todo sigue igual, nada ha cambiado, excepto que papá ha comprado más figuras africanas y la casa parece un museo. Estoy segura de que si estuvieras aquí te llevarías las manos a la cabeza, como solías hacerlo, y le regañarías. A menudo se siente solo. Por eso ha decidido acompañar al tío en algunos de sus extravagantes viajes. ¿Te lo imaginas en el Machu Pichu?

Belén ha sustituido a papá en el trabajo. Jamás pensé que se dedicaría a la empresa, ella siempre tan soñadora. Pero sigue siendo la de siempre: tendrías que escuchar sus discusiones sobre política. Es muy divertido ver cómo se enfada con la televisión. Ni qué decir tiene que se ha casado, sí señor, tu pequeñita se ha casado y ya ha formado una familia. Lo mejor de todo es que mis hijas se entienden muy bien con las suyas, me recuerdan a las primas y nosotras, que éramos inseparables y volvíamos loco a cualquiera.

Sigo en la ciudad, echándote cada día de menos. Ahora es cuando me doy cuenta de lo que hiciste por mí. Por eso me gustaría darte las gracias por haber estado siempre a mi lado, hasta cuando me ponía insoportable. Gracias por haberme arrancado una sonrisa cuando más lo necesitaba, por sonreírme aunque estuvieras triste. Te agradezco todos tus consejos, tu determinación para que no desviase el rumbo.

También siento haberte hecho gritar y llorar innumerables veces. Tenías razón respecto a la adolescencia. Ahora estoy sufriendo la de mis hijas, que me sacan de quicio. ¡Qué santa paciencia la tuya! Lamento no haber contado hasta diez antes de contestarte mal todas esas veces.

Hay demasiadas cosas que me gustaría haber hecho contigo y que ahora ya no podemos. Siempre has sabido escucharme, has sido un gran apoyo, alguien en quien confiar en los momentos más difíciles y en los más felices. Siempre fiel, como un ángel, mi ángel particular, pensando en la manera de hacerme la vida un poco más amable cada día. Me siento desorientada sin ti, me gustaría que me vieras ahora... He llegado a ser todo lo que deseaste...

Todavía me acuerdo de esas tontas discusiones que acababan con un fuerte abrazo y me pregunto cómo me sentiría ahora si me hubiera despedido de ti. Hubiese querido tener la oportunidad de abrazarte por última vez. Fue todo demasiado rápido... Intento olvidarlo, pero no puedo. Y además me duele. Se supone que después de veinticinco años del accidente, debería haberlo aceptado, pero lo recuerdo como si fuera ayer. Aquella tarde al volver del colegio tenía un presentimiento, llovía cuando me dieron la noticia... Esa tarde no lloré, pero todas las demás sí.

Te echo de menos, mamá. Me gustaría verte con setenta años porque en mi corazón sigues siendo joven. Piensa en mí desde el cielo y no olvides jamás todo lo que vivimos juntas.