XVII Edición
Curso 2020 - 2021
Escribir un diario
Marcos Ranchal, 16 años
Colegio IALE (Valencia)
Hay un dicho bien conocido: <<Uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde>>, que me llegó al recuerdo al pensar en algunas cosas que, por desgracia, ya no tengo. Y enseguida me di cuenta de que he perdido algo que todos los escritores buscamos: el romanticismo literario (así me gusta llamarlo). Vivimos en la sociedad de lo banal, de lo fugaz. Hay muchas horas al día que tenemos repletas de contenido, pero son pocas las que dejan huella en nuestra memoria, pues nos alimentamos del fast food informativo, en el que pretendemos recibir contenidos inmediatos y de calidad, cualidades que no son compatibles.
Todo esto viene a cuento porque hace unas semanas fui a visitar a mis abuelos. Para mi sorpresa, el abuelo se encontraba en su escritorio. Al interesarme por lo que estuviera haciendo, me mostró una agenda en la que elabora su diario. Picado por la curiosidad, le pregunté si me dejaba echarle una ojeada. Confieso que esperé encontrarme el relato de sus memorias, por eso mi sorpresa al descubrir que allí recopilaba los elementos habituales de su día a día, desde su visita al Mercado Central de Valencia a sus paseos por la playa. No pude reprimirme: <<¡Me quito el sombrero, abuelo!>>, le felicité. Entre otras cosas porque aquello me empujó a seguir su ejemplo: he comenzado a elaborar mi diario, en el que recojo la rutina y lo extraordinario de cada jornada, con lo que he conseguido transformar lo banal en trascendente.
Así que, si me permitís un consejo, buscad una libreta y escribid vuestra historia de cada día. Volcad en ella, con todo lujo de detalles, sentimientos y pensamientos, aunque estos estén ligados a las acciones corrientes y puedan pareceros intrascendentes. Al instante cambia el filtro con el que observamos todo aquello que parece no destacar, de tal modo que el escritor de diarios halla que hasta las cosas más pequeñas tienen conexión con su vida.
Si todo aquel que manifiesta inquietudes practicara la escritura, se valoraría con otra intensidad aquello que nos pasa de largo. Quien escribe un diario, además, cambia el fast food por aquello merecedor de recibir el premio de unas estrellas Michelín, que van desde la lectura de buena literatura al tesoro de lo diminuto.