XXII Edición

Curso 2025 - 2026

Alejandro Quintana

El tenis, mi tesoro. 

Valentina Salvador, 17 años

Colegio Iale International School

Me considero una profesional del tenis, aunque todavía me encuentre en las primeras etapas de una larga y dificilísima carrera. Cada día dedico unas cinco horas a los entrenamientos en pista, lo que no me impide cumplir con mis obligaciones académicas como cualquier otro alumno de mi edad. Es cierto que el colegio ha adaptado el programa de las asignaturas a mis necesidades, pero sin rebajar el nivel de exigencia; debo compatibilizar los retos deportivos con los mejores resultados en los estudios. Mi padre, que también ha sido profesional en el ejercicio de la raqueta, me ha demostrado que se puede ser un deportista de élite y cursar un grado universitario. De hecho, asegura que aprendió mucho más en la pista que en los años de carrera.

Entrenar desde los seis años e invertir incontables horas en una pista de tenis, repitiendo los mismos movimientos una y otra vez, me provocó, en muchos momentos, frustración y miedo, pero las enseñanzas que me llevo al competir son un tesoro que puedo aplicar a todas las facetas de mi vida.

Siempre he sentido una gran admiración por mi padre; lo veía como un hombre capaz de conseguir todo lo que se proponía. Sobre todo, confío en él por su disposición incondicional a ayudarme. Recuerdo que cuando tuve quince años y me diagnosticaron una grave lesión de espalda, pasó muchas tardes rezando por mí en la iglesia de nuestra ciudad, para que me recuperara pronto. Escucho sus consejos como si mi vida dependiera de ellos. Constantemente me viene a la mente uno que me repite con frecuencia: «El tenis me ha enseñado más que mi paso por la facultad; y tú dirás lo mismo en unos años».

El año pasado, por estas fechas, me encontraba en un avión que surcaba el océano. Viajaba a los Estados Unidos de Norteamérica, en donde iba a estudiar el nuevo curso. Reconozco que volaba con miedos e inseguridades, pues desconocía cómo era mi destino, el nuevo colegio, las personas con las que me iba a encontrar... Era la primera vez que me alejaba de mi familia durante tanto tiempo. Sabía que aquella aventura no solo consistía en una oportunidad para pulir el uso del inglés como mi segunda lengua, si no que me exigía cambiar de entrenador, pues mi formación como tenista iba a tener un papel fundamental en aquellos meses. Hay que tener en cuenta que llevaba muchos años bajo la enseñanza de otra persona, con la que me sentía compenetrada y segura. ¿Cómo sería en nuevo, al que solo conocía por una fotografía? ¿Comprendería mi modo de jugar, cambiaría mi técnica, se sentiría decepcionado ante mis capacidades?...

La experiencia fue difícil; los entrenamientos eran cada día más duros y muchas veces me planteaba tirar la toalla. Pasados los meses, me di cuenta de que había ganado en capacidad de adaptación, resiliencia, constancia e independencia. A pesar del desgaste mental que supone pasar cinco horas al día con una raqueta, no cejaba en mi empeño.

Por eso, aunque muchas personas afirmen que el deporte de élite no es una buena elección para los niños y adolescentes que muestran cualidades, opino todo lo contrario. Los entrenamientos, las derrotas y las victorias, independientemente del desgaste físico que el tenis me está suponiendo, me llevarán a disfrutar de todo aquello que me proponga.