IV Edición
Curso 2007 - 2008
El Rey Nico
Meritxell Iglesias
Colegio Canigó (Barcelona)
El día llegó demasiado pronto. La gente gritaba y se apelotonaba frente a la estación espacial. Resultaba todo espeluznante y extraño para el pequeño Nico. Su madre lo agarraba con fuerza y le dolían las piernas de tanto correr. A lo lejos se oía una voz chirriante: “¡Las mujeres y los niños primero!”. Nico agarró bien fuerte su osito de peluche y siguió a su madre, que se apretujaba entre la multitud que intentaba subir a aquel pájaro gigante que había despertado tanto interés en el niño. Aquello era como una lata de sardinas y entre gritos y pisotones consiguieron subir y sentarse en un hueco de la sala de control. “Mamá”, se atrevió a decir Nico cuando la gente empezaba a calmarse y el barullo disminuía, “¿por qué subimos en el pájaro grande?”. Su madre suspiró, “Ahora no cielo.” “Pero, ¿por qué? ¡Dímelo mamá!”. “Está bien, pero no grites, por favor. Tienes que estar muy callado; esto es muy peligroso”, dijo su madre. “Estamos aquí porque el sol se acerca”. “¿Y qué?”, protestó Nico. “Oh, hijo, no quieras saberlo todo ahora. Cuando seas mayor mamá te lo explicará, ¿vale?”. Nico no quedó satisfecho. “¡Mamá, cuéntamelo ya!”. Ella pegó un brinco y toda la gente se giró para ver el causante del alboroto. “¿No te he dicho que no grites aquí?”, le advirtió más preocupada que enfadada. “Por favor”, suplicó Nico con un hilito de voz. “Está bien, hijo, intentaré que lo entiendas: como ya te he dicho, el sol se acerca, mucho y… cómo te lo explico… se come a los planetas. Por eso nos tenemos que ir lejos, donde el sol no nos pueda… ”. “Menos mal que no soy un planeta, que si no el sol me hubiese encontrado”. “Pero hijo, tú vives en un planeta, Marte, y ahora nos vamos a otro, Titán. Bueno, Titán no es un planeta, es un satélite”. Nico permaneció callado unos instantes y luego dijo: “Mamá, ¿ha abrasado el sol a muchos planetas?”. Su madre no le respondió y su cara empezó a entristecerse. “Mercurio, Venus y… la Tierra. Nosotros vivimos hace mucho tiempo en la Tierra, pero el sol nos alcanzó y tuvimos que emigrar hacia Marte. Muchos murieron. Parece que esta incansable lucha por el universo no va acabar nunca.” “Mamá”, dijo Nico, “no he entendido nada”. “No pasa nada, hijo. Duerme”.
Nico se recostó pero no pudo dormir, ya que sonó una fuerte alarma y la misma voz estrepitosa de antes gritó: “Por favor, señores pasajeros, no se alarmen. El sol está despidiendo una fuerte descarga que puede derivar turbulencias. Agárrense”. El gran pájaro empezó a agitarse violentamente. Los brazos débiles de la madre de Nico le aferraron. “¡Código rojo. Repito: código rojo. El sol nos esta atrayendo. Estamos demasiado cerca y despide rayos ultraviolados con derivaciones nucleares. Nos vamos a fundir!”, gritaba el piloto. Los pasajeros empezaron a chillar. La madre llevó a Nico a un sitio repleto de botoncitos. ¡Oh, Dios mío, el sol... El sol va a explotar!”. La cápsula salvavidas con el niño ya había despegado. Su madre había dado su vida por él.
* * *
-Es impresionante la historia de nuestro Rey.
-Sí, hija. Pero ahora debes acostarte.
-¿Pero lo que me has contado ocurrió de verdad?
-Claro. Y gracias a ello ahora sabemos que hay otras galaxias habitadas por seres humanos.
-¿Y cómo se llama la nuestra?
-Andrómeda.
-¿Y de dónde proviene nuestro Rey?
-De la Vía Láctea, la galaxia más cercana a la nuestra.
El padre de María se despidió de su hija y apagó la luz.