IV Edición
Curso 2007 - 2008
El payaso
Sara Mehrgut, 16 años
Colegio Alcazarén (Valladolid)
Una de copa brandi en una mano que apenas puede sujetarla. Su contenido está a punto de derramarse cuando Mayo, en un pronto, se lo termina de un trago. Tira el recipiente al suelo y se vuelve a esconder entre los brazos. Poco a poco sus sollozos se apagan. Levanta la vista y se encuentra en el camerino, con su propia imagen distorsionada por el maquillaje y las lágrimas. ¡No se reconoce! No hacía más de un mes de la muerte de su tío Fernando, el director del circo, cuando Bobó había usurpado su puesto <<necesitamos caras nuevas>>, le había dicho a Mayo hace unas horas, como excusa para dejarla fuera del show.
Mayo es hija de un payaso y una trapecista. Su padre murió en un accidente de tráfico y su madre, ese mismo día, unas horas después del suceso. Tenía que continuar el espectáculo pero, debido a la conmoción, dio un traspié y cayó a la pista en un golpe sordo. Dejó la vida en su circo amado, en el que también abandonaba a su querida hija, Mayo. Su peculiar nombre indica el mes en el que vino al mundo. Es una triste historia, pero Mayo, en su circo era muy feliz. Se había convertido en un payaso que hacía reír a niños y mayores.
Pero ahora se encontraba sola.
Se limpió la cara y con rapidez recogió sus pocas pertenencias acumuladas en veinte años: un disfraz, una foto de la boda de sus padres, una muñeca, un viejo neceser, pulseras y collares hechos por ella, una flor seca que le regaló un niño en una de las actuaciones, las pocas prendas de vestir que tenía y sus zapatones.
Salió a la calle. Tenía suficiente dinero para pasar medio mes en una pensión, calculó después de estudiar la tarifa de precios que había sobre el mostrador. Pasaron los días y en su cara se reflejaba la tristeza. Una semana después se le acercó un anciano argentino que ya había visto más veces. Le preguntó:
-Jovencita, ¿vos, a que os dedicáis?
-Yo… -Mayo dudaba-. Yo era payaso.
-¿Y por qué ya no sos payaso?
-El circo se marchó hace una semana sin mí.
-¿Pero necesitáis ese circo para ser payaso? -le replicó el argentino.
Esa misma tarde Mayo se volvió a empolvar el rostro, dibujar sus tradicionales coloretes y vestirse de acuerdo con profesión. Recorría las calles y los niños la señalaban. Ella les sonreía y entretenía, mientras luchaba por llegar al centro de la urbe. Una vez allí se detuvo y se empezó a reír. Hacía tanto que no se reía que le dolieron las mandíbulas. La gente formó un corro a su alrededor y aplaudió y aplaudió cuando Mayo hizo malabares con huevos que acababan estallando en su peluca.
Pasaron los meses y el negocio callejero iba muy bien. Alquiló un local y contrató empleados que sirvieran refrescos y cobraran la entrada a los espectadores. Pronto fue conociendo nuevos artistas que compartían la misma ilusión por transmitir la magia y la alegría por la vida. Su mayor regalo era una sonrisa, una cara de asombro o una carcajada. Las ganancias seguían aumentando y Mayo fundó un circo con sus amigos.
En este momento recorre Italia, pero dentro de un año la volveremos a ver. El circo recorre Europa haciendo reír a sus ciudadanos.