VIII Edición
Curso 2011 - 2012
¿Dónde se ha metido
el optimismo?
María Teresa López Cerdán, 18 años
Colegio Altozano (Alicante)
Pocas son las personas que amanecen con una sonrisa, pocas las que acaban el día con una sonrisa. Parece que está al alcance de muy pocos mantener la sonrisa durante la jornada.
Es muy cierto que son muchos son los factores que dificultan sonreír: paro, crisis, muertes, guerra, hambre, desigualdad... y demás horrores que estamos cansados de escuchar, ver, sentir y de recordar.
No trato de pedirle al mundo que deje atrás los problemas, que se olvide de lo que nos rodea, que se engañe para vivir pensando que todo es positivo. Sin embargo, soy una de esas locas que piensa que la mejor arma ante la adversidad es una sonrisa, una sonrisa sincera. Tal vez, si todos sonriéramos un poco más, si viviéramos tratando de buscar la pequeña lucecita de optimismo que nos espera al final del túnel en lugar echarnos a llorar porque nos encontramos sumidos en la peor de las tinieblas, la vida sería más amena, más llevadera, ''más mejor''.
Insuflémonos una bocanada de aliento, pensemos en que se puede salir y vivamos de la manera más elegante posible. No nos dediquemos a quejarnos, a vivir de protestas, a pensar que no se puede hacer nada y luchemos por un mañana mejor, por un buen futuro, por un buen futuro juntos.
España va mal, nos dicen, no hay trabajo y cada fin de semana un puñado de personas mueren en un accidente de tráfico. No nos olvidemos de esos titulares, pero tratemos de imaginar la cara oculta de la luna, el otro lado de la moneda. Bañemos de optimismo nuestra rutina. Pensemos que cada día que amanecemos no es un día nuevo, es “el día”, el día de ser feliz y de atreverse a serlo. Pongámonos una banda sonora alegre, de esas que hacen que creas que vives en una película y así, será más bonita la película de la vida, seguro.
Un estudio realizado por Jo Anne Bachorowski y su colega Michael J. Owren, afirma que la sonrisa nació de la necesidad de mostrar el agradecimiento a otras personas sin la necesidad de utilizar el lenguaje hablado. Mostremos que es cierto, que estamos agradecidos por habernos despertado esta mañana, contagiemos alegría a diestro y siniestro, que todo se pega, sobretodo las cosas buenas (por mucho que las malas lenguas opinen lo contrario). Aunque por dentro estemos rotos, tratemos de mostrar que somos felices. Tal vez así consigamos convencernos de que realmente lo somos o de que podemos serlo.
Convoquemos a todo ser humano a cargar sus bolsillos de sonrisas a punto de caramelo para inundar de dulce este caos.