XXII Edición

Curso 2025 - 2026

Alejandro Quintana

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María Eugenia Garde, 16 años

Colegio Monaita (Granada)

La noche es fría y silenciosa. Acurrucada entre las sábanas de la cama, mis ojos se mueven velozmente de un lado a otro de la página, a la tenue luz de una pequeña lámpara. Es muy tarde, casi la una de la madrugada, pero mi mente está demasiado ocupada como para tomar decisiones sensatas. Cinco páginas; eso es todo lo que me queda. 

Sumergida en el desenlace de la novela, la emoción acelera mis latidos y mis ojos saltan de línea en línea con fervor. Un golpe de realidad me sorprende cuando llego a la última página y reparo en el punto final en la parte inferior del texto. ¡Acabo de terminar el libro! 

Aquellos que pueden llamarse lectores, jóvenes, adultos y niños, conocen esta misma sensación. Acabar una novela no es solo superar la última página, es despedirse de una historia con un universo y unos personajes que, durante un tiempo, han formado parte de tu mundo. Significa decir “adiós” a las almas ficticias que han despertado tus emociones: has reído y has llorado con ellas, y con ellas has crecido. 

Los lectores somos eternos peregrinos que vivimos aferrados a la vida que emanan las páginas de los buenos libros, acompañando, viviendo, sintiendo y amando a los personajes hasta que el viaje literario, irremediablemente, se termina. Aún así, nada se apaga del todo, pues dichos personajes siguen vivos, no en el papel sino en mí: sus miedos, alegrías, reflexiones y vivencias las he hecho mías. Me enorgullece que mi modo de pensar, sentir e, incluso, de ser tenga un chispazo de Harry, Jane, Katniss, Inej, Ruby y tantos otros que he tenido la suerte de conocer para formarme, enseñarme y construirme.  

He aceptado, tras numerosos finales, que las novelas que he amado jamás podrán afectarme como la primera vez. Esta es la razón por la que me apasiona recomendárselas a mis amigas, pues cuando experimentas algo tan hermoso, es imposible que no te invada la fuerza de querer compartirlo, con una punta de celos por quienes aún no lo han vivido, y también con la esperanza de que esa luz literaria les llene el corazón tanto como a mí. 

Lo mejor de la lectura es que una buena novela nunca termina su misión si queda alguien más que está dispuesto a leer y crecer con ella.