VIII Edición
Curso 2011 - 2012
Aventura astral de una carpa soñadora
Mª de los Reyes del Junco Pérez, 17 años
Colegio Entreolivos (Sevilla)
Bajo el influjo mágico de Debussy, una carpa nada en una pecera redonda, colocada en el salón de un pianista. Notas bajas, notas altas, ascensos, descensos... Nuestra carpa parece bailar al son de la música. Y mientras lo hace, sueña, pues ésta es una carpa soñadora.
Danza en su pequeño trozo de mundo, de agua y cristal. Y sueña que vislumbra una moneda de oro viejo que late luminosa en lo alto del mundo, más allá del líquido que le permite vivir. La moneda despide haces de luminoso calor que se reflejan en las escamas rojizas. Se siente fuego, se sueña en el estanque de algún emperador oriental, con más peces de su especie, mimada y querida por el soberano de los ojos rasgados.
Ahora una inusitada fuerza la arrastra fuera de su palacio transparente. Cae en una masa helada y oxigenada, ese líquido infinito que es su medio natural. Sus agallas se ensanchan, nota el sabor del agua dulce, del agua libre, que se mueve apaciblemente de un lado para otro. Nada la soñadora en la libertad soñada, y Debussy y su "Claro de luna" parecen acompañarla en la aventura astral.
Hay árboles frondosos que se erigen en el blando fondo de lodo, árboles gigantes que cobijan a cientos de pececitos del color de las estrellas. Aletean rápido, cambiando de dirección en función de la música, embrujados por un piano que se hace sonar a sí mismo junto al árbol, en la penumbra idílica y verdosa, como de leyenda antigua, de este río tan anhelado.
En el salón de un pianista, una carpa abre sus ojos acuosos, sorprendida al toparse con el cristal de su prisión. Ha despertado de su dulce ensueño de aguas libres e ilimitadas. ¡Pobre carpa!. Ahora es el pez más triste del mundo.
Las notas suben y bajan, se sacude la melodía, se convulsiona en su rompimiento de gloria, el éxtasis va perdiendo intensidad y una última nota -aguda- se apaga, perezosa, como si nadase en la densidad del mar.