V Edición
Curso 2008 - 2009
Añoranzas de Robleda
Rosa María Valero, 15 años
Escuela Altaviana (Valencia)
Robleda nevada es un lugar precioso. Sus montes y casas destilan mil posibles narraciones. Es un lugar verdaderamente acogedor.
Hace años, cuando era pequeña, solía pasar allí unas semanas en invierno con mi tía Susi y mi
prima Nuria. Gastaba las horas por los campos de Robleda, recostada en los troncos del bosque de helechos, imaginando y fantaseando sobre mi futuro como escritora.
A Nuria le fascinaba la capacidad de mi imaginación. Ella era una niña delgada y menuda, con cara de porcelana. Como había nacido en Robleda y apenas salía del pueblo, no apreciaba la belleza de aquel lugar.
A pesar de que todo me evocaba bellos libros, no podía, no sabia sobre qué escribir. La gente solía desilusionarme, diciéndome que había nacido demasiado tarde, que ya todo estaba inventado en literatura y no quedaba nada nuevo por decir.
El último invierno que pasé en Robleda, decidí no darle mas vuelta al asunto, e intente divertirme. Procuré que Nuria también lo pasara bien. Pero, llegado el ultimo día de mi estancia, decidí escribir en mi libro de notas todo cuanto alcanzaba mi mente, para así poder recordar aquel tiempo para siempre.
Ese año, fue el primero de una larga temporada en la que acabé por olvidar lo que realmente merece la pena: la sencillez y la armonía de las cosas bellas que nos rodean.
Doce años mas tarde, una carta procedente de Robleda despertó en mí el anhelo de volver.
Al llegar me recibieron con un cálido recorrido por los rincones de mi infancia. Terminé en mi antigua habitación. Casualmente, abrí uno de mis cajones, en donde guardaba mis pequeños proyectos. Encontré una libreta que llevaba buscando desde hacia mucho tiempo. Era mi pequeño bloc de notas, donde había plasmado mis sentimientos de adolescente.
Sin darme cuenta, aquel cuaderno me ayudó a convertirme en la escritora que deseaba.
Al fin me di cuanta de la importancia de ver las cosas con claridad, de que los temas que nos esperan a los escritores son inagotables si los sabemos manejar.