XX Edición

Curso 2023 - 2024

Alejandro Quintana

Una Nochevieja oscura 

Sofía Sorel, 14 años

Iale International School

Siempre que pienso en la Nochevieja, me vienen a la cabeza la familia, la cena, las uvas, las felicitaciones, los besos y abrazos, así como algunos regalos. Pero, además de las cosas buenas también recuerdo algunas cosas malas, como cuando pasamos un Año Nuevo sin luz.

Fue hace cuatro Navidades. Como en cualquier otra Nochevieja, toda la familia estaba reunida alrededor del banquete. Esas fechas suelen ser bastante tranquilas, ya que el pueblo de mis abuelos está a una distancia considerable de la ciudad. A mí me gusta más así, porque allí no se forma tanto ruido. 

Estábamos divididos en dos mesas: la de los adultos y la de los niños. Lamentablemente, yo ocupé un lugar en la de los niños, aunque debo admitir que la comida de la cena no fue para nada lamentable, pues las croquetas de la abuela son las mejores que he probado nunca. 

Lo estábamos pasando muy bien: bailábamos, cantábamos y, lo más importante, nos encontrábamos en familia. La noche estaba resultando estupenda. Después de cenar, hicimos una rifa y el premio le tocó a mi padre. Todos nos alegramos por él. Cuando lo estábamos celebrando en el jardín, estalló una fuerte tormenta y tuvimos que entrar en casa a toda prisa.

Faltaban unos minutos para tomar las uvas. Las doce campanadas son mi momento favorito. Estaba ilusionada, pero no quería dar por acabado el año que estaba a punto de concluir, en el que me habían pasado muchas cosas buenas.

Alguien me puso el plato con las doce uvas en las manos. Tañeron cada una de las campanadas y conseguí comerme una tras otra, sin atragantarme. Sin embargo, a causa del temporal, tras el último golpe de campana, las luces de la casa se apagaron. Me resultó un momento aterrador, porque era una noche especialmente oscura y el pueblo se encuentra en la montaña. Los vecinos salieron al balcón con sus paraguas, con velas y linternas. 

Azotaban de tal manera el viento y el agua, que parecía el fin del mundo. Pero como toda moneda tiene dos caras, aquella fue la ocasión ideal para que nos quedáramos a dormir en casa de la abuela,  que repartió mantas para todos. En conclusión, aunque en aquella Noche Vieja reinó la oscuridad, mi familia emitió la luz necesaria para sentirnos seguros.