XX Edición

Curso 2023 - 2024

Alejandro Quintana

Un lugar para volver 

María Ripol, 16 años

Colegio La Vall (Barcelona)

Hay lugares que dejan de ser puntos geográficos para convertirse en parte de la vida, en parte de mi biografía. Ese sitio es el pequeño pueblo de Corconte. 

Aparentemente, Concorte es una aldea cántabra más, como otras muchas, con sus casas de piedra, la iglesia, los bares y los prados. Pero es especial para mí porque allí crecieron mis antepasados, veranearon mis abuelos y mi madre, y ahora es el lugar donde paso las vacaciones y, ojalá, donde las pasarán mis futuros hijos.

A pesar de su clima nublado y de lo remoto que resulta llegar hasta allí, es el mejor pueblo de España. Desde que sale el sol en agosto disfrutamos del pantano, por el que navegamos en kayak y por cuyas orillas conducimos quads. En invierno no hay nada mejor que lanzarse en trineo por sus prados empinados. En Concorte las vacas se encargan de despertarme cada mañana con su campano, mientras Hugo pastorea sus ovejas arriba y abajo. 

Lo que hace único Concorte es que cuando entro por la puerta de la casona familiar, siento que las paredes me susurran infinidad de recuerdos, llenando de ecos de nostalgia todo lo que se ha vivido entre ellas: risas, peleas infantiles, abrazos, lecciones y aventuras. Son testigos mudos de la ocasión en la que me probé mis primeros esquís, de las noches de juegos y conversaciones entre primas, de mi primera fiesta de pueblo… Observan cómo la familia crece: la llegada de los primos mayores con sus novios, que no tardaron en convertirse en esposos, del nacimiento de sus hijos. Sonríen las piedras al ver envejecer a los abuelos, que colman la familia de amor y virtudes.

El pueblo lo es todo para mí. Allí he vivido los mejores momentos de mi vida, allí he conocido a personas maravillosas y he aprendido a bailar bajo la lluvia. Abrigarme y salir a dar una vuelta –con un familiar o sola– es la mejor de las sensaciones. La brisa que trae el olor de las vacas me hace sentir en casa. Los cielos límpidos, las nubes y la niebla me recuerdan el amor del hogar. 

Lo más complicado es regresar a la ciudad, y no por las ocho horas de viaje por carretera sino porque se me hace eterno el tiempo hasta que puedo regresar a Concorte.

Todo el mundo debería tener un sitio donde las paredes le hablen y cuenten historias entrañables. Un lugar que siempre les invite a volver