XX Edición

Curso 2023 - 2024

Alejandro Quintana

Tacones de disfraz 

Lucía Zahonero, 15 años

Colegio Vilavella (Valencia)

De pequeña decidí romper las normas del colegio. Tenía cinco años y mi amor por los zapatos ya era evidente. Mis favoritos eran unos tacones de plástico, rojos y brillantes, que me compraron por mi cumpleaños. Fue un regalo tan valioso para mí, que los cuidaba con devoción.

Una mañana decidí llevarlos al colegio. El problema era que existía una regla muy estricta: debíamos usar zapatos cómodos. Así que mis tacones no cumplían ese requisito, pero mi determinación era inquebrantable. Recuerdo que caminaba con orgullo por la calle de la mano de mi padre, disfrutando con el taconeo sobre la acera a cada paso. Al llegar, todos los ojos se posaron en mis pies. Las risas y los susurros inundaron la sala de juegos. En ese momento me sentí vulnerable, pero también llena de determinación: quería saber cómo sería aceptada esa parte de mí que no encajaba en las normas. 

Las profesoras se quedaron asombradas cuando me vieron hacer esfuerzos para caminar. La maestra, sorprendida, me explicó amablemente por qué no podía usar aquellos zapatos de juguete. Además, telefoneó a mi madre para decirle que me trajera el par reglamentario. Al escuchar el motivo de la llamada (ella no sabía que mi padre no se había dado cuenta del modo con el que había salido calzada de casa) estalló en una carcajada. 

Aquel día aprendí que las reglas son fundamentales para preservar el orden y la convivencia, y también me llevé una lección sobre la importancia de ser uno mismo. Y aunque mis tacones de plástico hace tiempo que quedaron atrás, la valentía por haberlos llevado puestos al colegio perduró a lo largo de los años entre mis compañeras, a las que recuerdo la necesidad de ser auténtica y tomar la vida con determinación.