XX Edición

Curso 2023 - 2024

Alejandro Quintana

Esto es el acabose 

Mateo Abellanas, 15 años

Colegio El Vedat (Valencia)

Pedí para Reyes, expresamente, unos auriculares con cable porque ninguna de mis radios tiene el bluetooth ese, así que me serían inservibles unos de esos modernos inalámbricos. Sin embargo, cuando abrí el paquete no vi ningún hilo, así que pensé que no iban a ser capaces de prestarme ningún servicio. ¿Ninguno?... ¡Qué equivocado estaba! 

Es pura brujería: los conecto allí donde me encuentre y la música suena sin cordón ni filamentos que valgan. Además, puedo escuchar la radio con ellos sin depender de ningún otro dispositivo. Así que digo, sin ambages, que son una verdadera mejora. Pareceré de otra era, pero es que en mi vida no he tenido un espécimen parecido. 

Antes, al entrar en la boca del metro estaba condenado a desenredar el cable de mis cascos, proceso que no duraba menos de un rato porque en el bolsillo de los pantalones se enrataba como una madeja. Sin embargo, reconozco que aquel sistema tenía cierto romanticismo: era mi batallita por escuchar al Canto del Loco, y esa rutina me otorgaba, a mi parecer, un nivel de nobleza superior a los demás viajeros. A mi alrededor todo consistía en sacar los "eirpods-pro-max-ultra-hiper-mega-plus-nosequé-nosecuantos" y un "aifon-quince" o de un rango parecido y... –¡pim pam!– en un instante tenían en los oídos a Bad Bunny o lo que sea que escuche la gente.

El arte de la paciencia se está perdiendo. Queremos unos auriculares sin cable y de fácil uso (confieso que los toquecitos en su superficie para pausar o reanudar el sonido me fascinan), con un proceso de conexión y funcionamiento en un segundo y medio (me han pillado… igual son dos si se complican las cosas). 

Digo que el arte se está perdiendo. Mi abuelo, por ejemplo, esperaba a mi madre durante dos largas horas –mientras ella recibía clases de música–, sentado en el coche sin nada que hacer, así que por un momento me quito los cascos de RENFE y miro alrededor. ¿Cuántos somos capaces de aguantar pacientemente cuando, por ejemplo, la velocidad de internet va un poco lenta? 

«¡Esto es el acabose! Cascos inalámbricos…», dijo uno de mis amigos en una tertulia después de comer, mientras los demás nos carcajeamos. «Lo próximo será un patinete eléctrico que nos librará de la desgracia de utilizar las piernas para lo que han sido creadas», añadió otro, provocando más risas. «O una inteligencia artificial que escriba por nosotros los trabajos que nos ponen en el colegio», se aventuró otro. Y nos reímos a coro por dar pábulo a esos imposibles que salen en las películas. 

–¡Pero, si todo eso ya se ha inventado! –concluyó el más listo de todos. Y nos tuvimos que callar. 

Mafalda tenía razón: «Esto no es el acabose, sino el continuose del empezose».