XX Edición

Curso 2023 - 2024

Alejandro Quintana

Entre libros 

Javier Delgado, 15 años

Colegio Tabladilla (Sevilla)

José María era niño cuando se ató las botas sentado en el campo de césped, antes de que el árbitro soplara el silbato. Le habían encargado que lanzara un penalti, lo que le había puesto en tensión. Sus amigos lo apodaban “Paquete”, pues había alcanzado la primera posición en la poco honorífica tabla de los penaltis fallados.

Era niño también cuando dirigió un periódico, “El Eco del Roedor”. A veces le picaba una de sus orejas y movía gracioso sus bigotes, o repasaba la maqueta del diario de la mañana siguiente con un delicioso trozo de gorgonzola en la mano.

José María Eklund era repudiado donde quiera que fuese. Todos en su pueblo le rechazaban y maltrataban, pues en el reino era famosa la traición del guardabosques Dakon Eklund, y José María era su hijo. Por eso, cuando le informaron de que podía formarse en “el Campamento” como guardabosques, en un grupo de élite que defendía el país, no dudó aceptar. Allí podría averiguar más cosas de su padre. Entre otras cosas no entendía por qué había atentado contra la vida del rey. Y no soportaba que su nombre hubiese quedado mancillado. Iba a hacer todo lo posible por demostrar que su padre no era culpable de aquella condena. 

En el Concilio del Anillo, que reunió a una serie de personajes importantes (el rey de los elfos, el mago Gandalf, representantes de la raza enana y de la humana) se decidió que José María Bolsón, un hobbit corriente que se había ofrecido voluntariamente para una peligrosa misión: lideraría una Compañía a la que se le ordenaba destruir el Anillo Único, el más poderoso de todos, y, por tanto, el más peligroso. 

Estaba jugando José María al escondite con sus hermanos Peter, Susan y Lucy. Se encontraban en la mansión de su tío. Al acabar el juego, Lucy les confesó un secreto: en el interior de un armario había encontrado la puerta de entrada a un mundo mágico, en donde había tenido la oportunidad de conversar con un fauno muy amable. Para demostrarle que aquello era producto de su loca imaginación, los hermanos pasaron todos juntos al fondo del armario, encabezados por José María, que se quedó sorprendido, pues el tal mundo era real. Por cierto: él fue embaucado por la Bruja de las Nieves, quien le apresó en su reino.

José María Potter acababa de vivir los dos mejores años de su vida, tras una infancia de acoso por parte de su desagradable primo Dudley. Los padres de Potter habían muerto cuando él era un bebé, y desde entonces residía con sus tíos y con aquel primo gordinflón. En su undécimo cumpleaños descubrió que era mago y, a partir de entonces, cursó sus estudios en Hogwarts, un high school especializado en magia y hechicería. En ese lugar había sufrido y disfrutado de muchas de aventuras, estrechado lazos con nuevos amigos y, también, padecido las acechanzas de algunos enemigos.

Durante 1547, en la antigua ciudad de Londres, un niño mendigaba por las calles. Su familia no tenía nada para comer. En todo caso, el pequeño pedía dinero por obligación, pues si no regresaba con algunas monedas recibiría un castigo. Él soñaba con una vida mejor. Un día, mientras sacudía su cacillo de latón a las puertas de palacio, se encontró con el Príncipe. En cuanto se cruzaron las miradas, ambos pensaron que se estaban mirando en un espejo, ya que eran físicamente idénticos. El Príncipe, que estaba harto de todas sus responsabilidades, decidió que cambiasen sus puestos para, de ese modo, experimentar la vida como un chico corriente. El mendigo, José María Canty, aceptó el cambio muy contento, pues era la oportunidad de cambiar el rumbo de sus días.

Jose María Scott tenía la fuerte determinación de entrar en la Isla de los Predadores. Sabía que era una misión suicida, que se estaban metiendo directamente en la boca del lobo, pero no había vuelta atrás. Habían puesto rumbo a la casa de los piratas más sanguinarios,  secuestradores de muchas personas, la mayoría mujeres y niños. Entre ellos se encontraba el hermano pequeño de Scott, Dick.

El 23 de abril de 2019 murió Jose María López Martín con tan solo doce años, a causa de una grave enfermedad.

A los cinco le detectaron la anomalía. Desde entonces pasó la mayor parte de su vida en una habitación de hospital, en donde vivió encadenado a unas máquinas que medían sus constantes vitales.

Jose María le dedicó horas y horas a la lectura, pues contaba con mucho tiempo libre. Se podría decir que pasó su vida entre libros, libros que le transportaron a otras realidades, lejos de aquellas cuatro paredes blancas.