XXI Edición

Curso 2024 - 2025

Alejandro Quintana

La medalla 

Laura Joaniquet, 15 años

Colegio La Vall (Barcelona)

Con un amago de sonrisa, Javi se acercó a su hijo. Le llevaba una sorpresa entre las manos.

—Felices dieciocho, Bruno.

El joven, al ver lo que su padre le tendía, se emocionó, pues aquel era el primer cumpleaños en el que faltaba su madre, la que hasta entonces le había entregado el regalo de cada aniversario.

—¡Muchas gracias, papá! —celebró tras darle un fuerte abrazo.

Deshizo del envoltorio, que escondía una caja rojiza. Cuando la abrió, se encontró con la medalla dorada que su madre había llevado a lo largo de su enfermedad, en la que estaba representada la Virgen con el Niño. La tomó con cierto temblor y descubrió, con asombro porque hasta entonces no lo había visto, una fecha grabada en el envés: 

04/08/1920

—Es el día en que nació tu bisabuelo Ramón —le contó Javi con una sonrisa melancólica—. Por lo visto, fue la medalla que llevó en su bautizo.

Bruno lazó la pieza de metal entre sus dedos y volvió a fijarse en sus detalles.

—¿Por qué mamá siempre llevaba esta medalla al cuello? 

—Acompáñame a la sala de estar, hijo. Te voy a contar una historia —le invitó Javi.

***

Mira, Bruno, Ramón Esteve, tu bisabuelo, como cualquier otro adolescente, había escuchado vivencias ocurridas durante algún conflicto bélico, pero nunca se había imaginado que un día sería él quien partiera al frente.

El 17 de julio de 1936, cuando estalló la Guerra Civil española, le habían asegurado que al ser menor de edad no participaría en las batallas. Por este motivo, dos años después Ramón se había centrado en encontrar un trabajo y en buscar alimentos para su familia.

Pero, de pronto, el gobierno decidió movilizar a miles de chicos de entre diecisiete y dieciocho años que se unieran a las fuerzas republicanas en la Batalla del Ebro, y, a pesar de la promesa, Ramón fue uno de los muchos menores de edad reclutados, a los que sus compañeros experimentados llamaron La Quinta del Biberón.

Muchos hombres de ambos bandos perdieron la vida durante aquel largo enfrentamiento bajo temperaturas glaciales, otros, como Ramón, lograron sobrevivir.

El día de nuestra boda, Ramón le regaló a tu madre el medallón de la Virgen, que según creía le había protegido durante la guerra.

***

Teníamos prohibido por nuestros mandos mostrar cualquier signo de piedad religiosa, bajo la amenaza de ser fusilados. Aun así, yo llevé siempre la medalla de la Virgen, a la que pedía constantemente que me ayudara a volver junto a mi familia.

Un día, cuando nos encontrábamos en las trincheras, hubo una avanzadilla de los nacionales, que se acercó sigilosamente a nuestra posición. Cuando uno de mis compañeros dio la alarma, las balas comenzaran a volar por el cielo. Yo me encontraba en primera línea. De pronto noté que la cadena y la medalla se me cayeron al suelo. Al agacharme para recogerla, una bala perforó el casco de uno de mis camaradas, que se encontraba detrás de mí.

Al ponerme en pie, recibí también un tiro que, por suerte, no fue mortal. Una vez terminó el tiroteo, me llevaron al hospital de campaña, del que logré escaparme.

***

–Mientras tu madre se consumía por la enfermedad, me pidió que recibieras la medalla de tu bisabuelo por tu dieciocho cumpleaños. Decía que la Virgen le ayudó a ser fuerte a lo largo de su vida, motivo por el que siempre la vimos esperanzada —terminó Javi de hablar, con los ojos brillantes de emoción.

Bruno volvió a alzar la medalla frente a sus ojos y la besó.