XXI Edición
Curso 2024 - 2025
El pasado no se olvida
Mariana García Sánchez, 14 años
Colegio Altozano (Alicante)
Víctor:
Tengo delante a mi hermano. Es extraño, porque no nos dirigimos la palabra desde aquel incidente en la playa, que ocurrió hace ya seis años.
Todo ha cambiado porque nuestro padre ha muerto. Aunque ninguno de los dos quería que llegase este momento, no nos ha quedado otra que volver a vernos.
No sé por qué me siento culpable de lo que pasó. Sentí furia y desesperación, pero a lo largo de seis años las personas pueden cambiar, y en mi caso así ha sido. Por eso espero tener la oportunidad de explicarme y hablar con él.
David:
Ni siquiera soy capaz de mirarlo a los ojos.
Me había resultado fácil olvidar el incidente y también a mi hermano, ya que vivimos en ciudades distintas, pero desde que recibí la llamada en la que me informaron de la muerte de nuestro padre, supe que iba a tener que volver a enfrentarme a la realidad de la que me había separado hacía seis años.
Durante todo este tiempo he podido sanar las heridas que me causó Víctor, aliviado al saber que había dejado de formar parte de mi entorno, ya que ni siquiera le dejé la dirección del lugar al que me mudé. Sin embargo, toda esa calma ha desaparecido en el mismo instante en el que lo vi en el salón de nuestra antigua casa, frente al ataúd. Nos miramos y no necesité nada más para saber que debía marcharme.
Víctor:
No necesité que abriese la boca para saber lo que iba a decirme. Por una parte, me dolió conocer todo lo que llevaba años queriendo echarme en cara sin necesidad de palabras, porque bastó su mirada. Sin embargo, me alegré al comprobar que sigo conociéndolo tan bien como siempre.
David:
En cuanto me vio, fui consciente de lo que quería decirle, pero no paraba de repetirme a mí mismo que el vaso que Víctor llevaba llenando con sus comportamientos y su manipulación desde que yo era pequeño, se desbordó, y que desde entonces no hubo marcha atrás.
Él piensa que no es culpable, ya que así fue el ambiente en el que nació. Era el niño perfecto que nunca asumía la culpa, que hacía lo que le venía en gana porque no había consecuencias. Hasta aquella vez…
Víctor:
No podía soportar la tensión, por lo que decidí ir a la cocina a beber algo. Pensé que una buena opción sería tomarme su refresco favorito, para intentar así acercarme un poco a él y hablar en confianza. Pero al regresar al salón comprobé que se había marchado. Había dejado una nota para mí, que decía: “Lo siento, pero no puedo perdonar lo que hiciste. Es mejor que sigas manteniéndote alejado de mí y de mi familia”.
A través de las cristaleras del salón le vi montarse en su coche, arrancar e irse. En ese instante, aunque seguía sin sentirme del todo culpable, me entristeció saber que la oportunidad de hablar con él acababa de desaparecer.
David:
En el momento en el que se fue, supe que debía marcharme. Me despedí de mi padre, cogí una rosa blanca de su ataúd y dejé la nota junto al teléfono de Víctor. Me dirigí al coche y, aunque no acabo de comprender el motivo, sentí que él me estaba observando. Sin embargo, tuve necesidad de alejarme de aquel lugar, de marcharme definitivamente de la vida de una persona que había sido tan importante para mí, al que ya no podía llamar hermano. Arranqué y me fui.