XXI Edición
Curso 2024 - 2025
El meteorito
Jorge Ríos Rojas, 14 años
Colegio María Teresa (Madrid)
En un día muy caluroso, al sur de Sidney, los astrónomos más laureados del país observaban unas rayas verde esmeralda que caían desde el cielo y que, de pronto, se precipitaron directamente sobre ellos, como si estuvieran atraídas por un imán.
Solo hubo dos supervivientes entre ellos: el doctor Xiang Wu y Mike Pill, ambos científicos con mucha experiencia. Xiang estuvo a punto de morir, pero tras meses de rehabilitación logró recuperarse. Lo extraordinario fue que, tras el incidente, adquirió la capacidad de manipular el universo a su antojo. Si era de noche, él hacía que fuese de día para avanzar en sus investigaciones. Incluso era capaz de atraer a la Tierra a los planetas de la Vía Láctea, para fotografiarlos.
Mike Pill, por su parte, abandonó sus estudios después del suceso y se puso a trabajar como cocinero en un restaurante. Un día, cegado por la fama de Xiang, provocó un cataclismo, pues decidió que dos planetas colisionaran entre sí. La Asociación Espacial Australiana confirmó la teoría de que los restos de esos planetas impactarían en la Tierra en cincuenta años.
Al principio, la ciudadanía consideró que se trataba de un bulo o una broma. Cincuenta años parecían una eternidad. Sin embargo, algunos gobiernos comenzaron a movilizar a su población: unos hombres trabajaban en el desarrollo tecnológico, y otros —los menos afortunados— en las herrerías, en donde se construían pilares metálicos de miles de kilómetros de largo. Era una situación crítica.
Mike fue separado de su familia y enviado a Tasmania para trabajar en la forja de uno de estos pilares. Mientras tanto, Xiang construía un gigantesco búnker para sí mismo.
Veinticinco años después, la muralla no había sido terminada, ni siquiera los pilares que la sostendrían. Muchas personas, jóvenes y mayores, habían muerto en el proceso. Cuando Xiang estaba a punto de terminar su búnker, anunció que cualquiera podría entrar a refugiarse allí… si previamente le pagaban una cantidad considerable de dinero. Algunos millonarios le compraron un espacio en aquella construcción. Otros gastaron en ello todos sus ahorros.
En el año cuarenta y nueve el mundo estaba al fin preparado. Los pilares se elevaban para sostener el escudo protector del planeta. Sin embargo, hubo algunos contratiempos: el pilar de Tasmania —como ya había ocurrido con el de Double Bay— se desprendió y aplastó a cientos de miles de personas. Entre los fallecidos estaba Mike Pill, que dejó viuda y dos hijos. Afortunadamente, su familia había recibido una entrada para el búnker de Xiang.
Cuando solo quedaban unas horas para que los restos planetarios impactarán contra la Tierra, se formó una fila para entrar en el refugio. Al comprobar que no se abría la puerta, la multitud comenzó a aporrearla y el caos se desató. Desde la entrada del búnker aparecieron armas automáticas que empezaron a disparar a la masa desesperada. La familia del difunto Mike logró escapar y se escondió en un granero. Fueron los únicos supervivientes de la masacre.
Faltaba solo un minuto para el impacto. Mucha gente rezaba.
El escudo resistió, salvo en una sección, allí donde estaba el búnker. Un pequeño meteorito atravesó la barrera y hubo una traumática explosión.
Murieron millones de personas en todo el mundo. Fue como una epidemia, rápida y devastadora. A partir de entonces, la familia de Mike —rica gracias a los ahorros que él les había dejado— fundó una asociación para los afectados, que se encargó de dar un hogar a los que lo habían perdido todo.