XXI Edición

A primera vista 

Evita Barrio, 16 años

Colegio La Vall (Barcelona)

La primera vez que acudí a una actividad para jóvenes en mi parroquia, fue en una cena de presentación del nuevo curso. Como no conocía a nadie, agradecí que se me acercara una chica de mi edad. 

–Hola, me llamo Lola –me anunció–, ¿y tú?

Empezamos a hablar y enseguida congeniamos. Además, me presentó a los chicos y chicas que estaban allí, salvo a una muchacha de pelo rizado que se encontraba en un rincón de la sala.

–¿Quién es? –le pregunté a Lola con curiosidad.

–No pierdas tu tiempo con ella. Es bastante rara –objetó.

Por no llevarle la contraria le hice caso.  

Aquello ocurrió hace dos años. Si con Lola apenas he vuelto a hablar, la chica con rizos se ha convertido en una de mis mejores amigas. Es simpática, risueña y sincera. Me ha enseñado que no debemos juzgar a una persona antes de conocerla, ya que existe una alta posibilidad de que nos equivoquemos. Y tiene razón, porque estamos acostumbrados a valorar a los demás según su apariencia física, su manera de actuar y según los comentarios ajenos, en vez de molestarnos en crear lazos de unión. Gracias a la chica de los rizos sé que lo adecuado es trabar cierta relación antes de emitir un juicio. Solo mediante el trato podemos formarnos una opinión que no esté mediatizada por lo que digan otros.