XIX Edición

Curso 2022 - 2023

Alejandro Quintana

Dibujos con rotulador azul 

 Ainhoa Estévez, 15 años

Colegio Altozano (Alicante)

Kiara había sufrido una depresión. Durante aquel tiempo, que recordaba como una pesadilla, dejó de comer, dormía mal y hacía lo posible por no ver a nadie. En los peores momentos, comenzó a lastimarse el antebrazo con un objeto punzante, como si de esa manera pudiera disfrazar (con dolor) la tristeza que la envolvía.

Fue un proceso lento, pero gracias a la ayuda psiquiátrica y psicológica se fue recuperando. Las cicatrices del brazo, claro, no desaparecieron, lo que le provocaba mucha inseguridad: no quería que nadie las viera, para que no le preguntaran por ellas. Ni por asomo deseaba dar explicaciones acerca de aquel tiempo en el que estuvo sacudida por una enfermedad que la llevó a tener comportamientos de los que no fue consciente ni culpable. Por eso se cubría el brazo magullado, bien con maquillaje o con alguna prenda de manga larga.

Un día, al llegar del instituto, su hermano pequeño, que tenía siete años, observó las cicatrices con atención sin que Kiara se diera cuenta. Estaba segura de que el pequeño no podía entender el origen de aquellas heridas, aunque este se fijaba en que, al salir de casa, su hermana se cubría los brazos.

Inocente, el niño corrió a su habitación para tomar un rotulador azul, el color favorito de Kiara, con el que comenzó a dibujarle estrellas, corazones y caritas sonrientes sobre las cicatrices, hasta que su brazo quedó pintado por completo. Entonces, Kiara observó cada dibujo con detalle.

–Hugo, ¿por qué has hecho esto?

–Porque así no tendrás que taparte nunca más el brazo para esconder tus heridas; mis dibujos las tapan todas –formuló contento y, acto seguido, le dio un beso en la mejilla.

–Hugo, es un detalle que te agradezco, de verdad, pero cuando me duche se van a ir.

–No importa. Cada vez que se borren, te haré unos nuevos.

Al día siguiente, por primera vez, Kiara acudió al instituto con los brazos desnudos, para mostrar la obra de Hugo a todo el mundo. Y su hermano cumplió la promesa de estamparle dibujos nuevos, llenos de amor y dulzura. 

Kiara se dio cuenta de que sus seres queridos estaban muy por encima de sus miedos ante las posibles opiniones de los demás.